El Auditorio Zaragoza Princesa Leonor es una de las joyas musicales de la capital aragonesa, con una acústica de primera y una versatilidad que lo convierte en escenario de referencia. Su aforo principal, la emblemática Sala Mozart, acoge a 1.992 personas cómodamente, mientras que la Sala Multiusos —con entrada independiente— permite albergar hasta 6.500 asistentes de pie o 2.500 sentados, perfecto para conciertos más masivos.

Este recinto se distribuye en varias áreas que le aportan dinamismo y adaptabilidad: la Sala Luis Galve (429 plazas) y la Mariano Gracia (200 plazas) son ideales para conciertos de cámara o formatos más íntimos. Además, cuenta con salas de videoconferencia, un amplio vestíbulo llamado Sala Hipóstila y 3.800 m² dedicados a exposiciones y presentaciones.

Declara con orgullo sus más de 30 años de historia, durante los cuales ha acogido más de 3.000 conciertos y recibido a figuras tan destacadas como Lang Lang, Joan Manuel Serrat —considerado su artista más recurrente—, Montserrat Caballé o Ara Malikian, consolidándolo como referente internacional.

A esto se suma su vestíbulo Sala Hipóstila, un espacio polivalente ideal para soportes musicales complementarios, exposiciones o experiencias de marca dentro del evento. La combinación de espacios —desde ceremoniales a multitudinarios— otorga una flexibilidad difícil de encontrar en otros recintos.

Otro punto importante: su gestión cultural, a cargo de Zaragoza Cultural, le permite alternar ciclos sinfónicos, recitales íntimos o grandes conciertos pop y juveniles, gracias a su diseño arquitectónico y funcionalidad  . Gracias a esto es un imán tanto para la música clásica como para el pop contemporáneo y el jazz —de hecho, el Festival de Jazz de Zaragoza lo incluye habitualmente en su programación—.

Lo esencial a destacar: un recinto pensado para ofrecer una experiencia musical integral, desde la inmersión acústica en la Sala Mozart hasta la energía de los espectáculos multitudinarios en la Multiusos; con capacidad de adaptarse a cada formato, calidad arquitectónica, excelencia sonora y un puñado de artistas de primer nivel que han dejado huella —o lo harán— en Aragón.